El ministro germano de Finanzas en una aduana griega:
“¿Nombre? Wolfgang Schäuble.
“¿Nombre? Wolfgang Schäuble.
¿Nacionalidad? Alemana.
¿Ocupación? No, vengo solo unos
días”.
Es uno de los muchos chistes que se oyen en Grecia y, en vez de
Schäuble, podrían protagonizarlo Merkel, Barroso, Juncker o cualquier
europeo con mando en plaza, aunque los alemanes sean la diana favorita
por las cuentas pendientes de la ocupación nazi en 1941. También hay
chascarrillos sobre los afanosos funcionarios del grupo de trabajo de la
Comisión Europea, que está volviendo del revés el Estado griego: los
alemanes se encargan de organizar el sistema de recaudación fiscal; los
franceses, de reformar la Administración central.
Así que, con el país
intervenido, sometido desde hace dos años por la troika a recetas de
austeridad extenuantes, cuando los griegos voten el próximo domingo,
muchos lo harán contra Europa.
Los dos grandes partidos, el socialista Pasok y la conservadora Nueva
Democracia (ND), cuyo reinado hegemónico está a punto de concluir según
las encuestas de intención de voto —una muestra de Public Issue les da
el 14% y el 21,5% de apoyo, respectivamente—, son los únicos que apoyan
los rescates; el resto —una treintena de propuestas, desde los
comunistas más recalcitrantes a los nacionalistas o los filonazis— se
opone en distinta medida a las dolorosas fórmulas europeas: recortes de
hasta un 25% en las pensiones; reducción salarial del 20% en el sector
privado, desaparición de 150.000 empleos públicos. El partido filonazi
Amanecer Dorado propone revocar el memorándum firmado con la troika (y
acaricia el 5% de los votos). El ultranacionalista Griegos
Independientes, liderado por un exdiputado de ND, prevé llegar al 10% de
los sufragios. La ley electoral fija en el 3% el mínimo para obtener
representación parlamentaria.
Pero en un país tan dado a las contradicciones no todo es blanco o
negro. “Una encuesta del 20 de abril muestra que un aplastante número de
griegos, más del 70%, quiere seguir en la eurozona y en Europa. A la
vez, la mayoría respalda a partidos que se oponen al memorándum firmado
con la troika”, apunta Nikos Konstandaras, director adjunto del diario Kathimerini.
“Esta es la paradoja, que puede explicarse por el hecho de que los
griegos quieren ser parte integral de Europa, pero a la vez están
disgustados por el modo en que se ha gestionado el rescate y sus
condiciones. La consecuencia es que muchos quieren castigar a los dos
grandes partidos por llevar a Grecia a este desastre, aunque también les
preocupa que, si no sacan suficientes votos, la inestabilidad política
perjudique nuestra condición de miembros de la UE. Por eso, el día 6
puede que vote al Pasok y a ND más gente de la que muestran los
sondeos”.
Dimitri Sotirópulos, profesor de Ciencia Política de la Universidad
de Atenas, cree que las señales de alerta no se corresponden con la
realidad. “No creo que la mayoría de los griegos vaya a votar a partidos
de extrema derecha y extrema izquierda porque eso podría poner en
peligro la economía. La extrema derecha ha utilizado la crisis para
difundir ideas nacionalistas y lanzar un ataque a todas las élites
políticas. Su estrategia no tendrá éxito, pero es peligrosa para el
sistema parlamentario”, explica Sotirópulos, investigador del think tank
Eliamep. ¿Y la izquierda? Los sondeos también auguran un incremento de
votos para las tres formaciones: los comunistas (KKE, prosoviéticos y
antirrescates), Syriza (equivalente a Izquierda Unida, también
anti-Europa) y Dimar (Izquierda Democrática, una escisión de los
comunistas). “El KKE y Syriza pueden atraer votos de los que no creen en
el proceso de construcción europea. Solo el nuevo partido Dimar
entiende la gravedad de la situación económica —ve que la salvación de
Grecia depende de Europa— y defiende la permanencia en la UE, pero a la
vez desconfía de sus líderes y no quiere colaborar con la Comisión
Europea en las reformas”, añade.
La más que probable atomización de la Cámara —hasta 10 partidos
podrían entrar en el Parlamento—, y el consiguiente horizonte de
ingobernabilidad, van a cobrarse piezas a corto plazo: quién sabe si el
peaje para la formación de un Ejecutivo no consista en hacer concesiones
a los descontentos. Salvo una coalición de socialistas y conservadores,
la solución que ansía Bruselas, todas las demás opciones son un salto
en el vacío.
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